Lealtad sí, pero ¿a qué o a quién?

Es la lealtad,  sin duda, una competencia y característica entre los trabajadores que se valora de forma importante desde muchos ámbitos de  la empresa. La pregunta es, ¿a quien o a qué se ha de ser leal?, o quizás también deberíamos plantearnos, ¿quién posee o debe poseer una lealtad prioritaria sobre el resto de personas y de áreas en la organización?.

Al menos para mí, las preguntas que os planteo no son de fácil respuesta. Son muchos los escenarios posibles que nos podemos encontrar según los cuales la lealtad parece que debe tener un destino u otro. La diversidad de cosas y de esos mismos escenarios provoca que en ocasiones la lealtad parece lógico que apoyen a una persona o no. Pero como podrás suponer esto no es la lealtad. Esta condición, la de leal, supone el apoyo incondicional de una persona hacia otra u un proyecto (se puede, se debe ser leal a un proyecto, empresa, valores, idea, etc). Por lo que bajo esta definición, la lealtad si algún rasgo la define es la constancia y perseverancia de ese apoyo incondicional, pues de no ser así, aparece inmediatamente el antagónico a ella, que es la deslealtad, y con ella todas las emociones que le acompañan, decepción, tristeza, etc., en la persona que vive dicha deslealtad.

Yo estoy absolutamente convencido de que la lealtad es necesaria en los grupos de trabajo, en los puestos de trabajo, en todos los escenarios que ofrece cualquier organización, sea de la condición que fuere. La lealtad supone la confianza, grupal o individual, de que se luchará por objetivos y donde todos tienen los mismos propósitos para alcanzarlos. Es por ende una condición necesaria aunque no suficiente para los resultados de cualquier organización.

La gran pregunta que os hago es ¿la lealtad la deben volcar los trabajadores , sean del nivel jerárquico que sean, en las personas o en el proyecto de empresa?. Insisto, en que no es una pregunta baladí, pues en ocasiones ser leal a una persona supone una deslealtad manifiesta con la empresa y su proyecto o viceversa. Por ejemplo cuando sabemos que una persona no está trabajando en pos de conseguir los objetivos de la empresa, sino en sus propios objetivos, o cuando conocemos que alguien está metiendo la mano donde no corresponde, o cuando sabemos que alguien está haciendo algo en contra de los intereses de la empresa, lo primero que te exigen esas personas es lealtad,  ¿debemos serlo?, pero de igual forma,  cuando una empresa por política estratégica o de recursos humanos quiere “quitarse” de en medio a una persona para relevarla por otra de un perfil más interesante para el proyecto y su viabilidad, aunque es un buen profesional, que hace todo lo que puede por conseguir los objetivos de las empresas pero que no aporta lo suficiente o lo que necesita la empresa, o cuando las políticas de empresa suponen claro agravios hacia personas que no se lo merecen, a quien debemos ser leal, ¿a la empresa o a la persona que se ve perjudicada?.

Muy complicado generalizar una respuesta en las cuestiones planteadas, y en la realidad empresarial u organizacional mucho más. Y es que aunque la lealtad creemos que solo puede tener un destino, que es una persona, en la empresa moderna, la que pretende la competitividad,  el destino que aconsejo es que la lealtad se la debamos al proyecto empresarial para el que trabajamos. Esto, es una cuestión que plantea grandes dificultades para su implementación, para lograr lealtad a la empresa,  pues mientras la lealtad a la organización y su proyecto tiene en demasiadas ocasiones un carácter intangible y en muchas ocasiones  desde determinados puestos no se visualiza con claridad. La lealtad a las personas pueden tener consecuencias, inmediatas, tangibles (ascenso, mejora de contrato, mejores condiciones laborales, etc,). Por lo que ser leal a una empresa es menos beneficioso para las personas, por regla general, que si se es leal a determinadas personas dentro de esa organización y por supuesto, cuanto más arriba del escalafón jerárquico se halle, más se incrementa esta circunstancia. No debería ser así desde una perspectiva de management moderno, pues los objetivos de las empresas son mucho más  conseguibles cuando predomina esa lealtad a la empresa más que a las personas. La lealtad a las personas, en ocasiones, cambia su condición de lealtad por la de complicidad. Y esto no es necesariamente malo para la empresa, pues cuando todo se hace bien de acuerdo a lo marcado por la empresa, genial, pero el problema aparece cuando las personas empiezan a actuar por su cuenta y no siempre en beneficio de los resultados de la empresa, entonces esa lealtad-complicidad, es un “virus” de grave impacto para la organización por muy diversas razones.

No soy ningún inocente, la lealtad es algo absolutamente necesaria en todo lo que hacemos por la confianza que aporta a eso que hacemos, y para tenerles esa misma confianza a las personas que intervienen en ese trabajo. Siempre cuando trabajo con empresas y con la dirección de estas que en definitiva son los últimos responsables de generar los ambientes laborales, condiciones y reglas de juego en las organizaciones, siempre les aconsejo que se realicen y establezcan políticas (rrhh, retributivas, carreras profesionales, etc.), estrategias y acciones dirigidas a que se facilite y se premie, la lealtad a la empresa, como ente, como proyecto. No es fácil, pues después se trabaja codo a codo con alguien en concreto, pero cuando se establecen las reglas de juego adecuadas  y solo “ganan” aquellos que las aceptan, la lealtad al proyecto empresarial se ve muy beneficiada y positivamente afectada, además de que se introduce en el ADN de la empresa. Lo que no puede ocurrir, lo que no puede permitir la dirección  es que la lealtad a la empresa suponga un posterior castigo, mobbing o represarías de personas que no están del lado de la organización. Y esto ocurre mucho, mucho.

En mi experiencia he podido comprobar que cuando  lo importante es la empresa y todos/as “juegan” y aceptan a ese juego, cuando la lealtad a la empresa tiene beneficios reales para todos/as, cuando se tangibiliza eso beneficios y se tiene como política innegociable no fallarle a la empresa, la lealtad hacia las personas disminuyen (cuestión que no es necesariamente mala, ni mucho menos deshumanizadora), o quizás, se transforma en otras cosas que ya no es  lealtad. Si os puedo asegurar que se producen menos situaciones perjudiciales para la empresa que redunda de forma positiva en toda la plantilla y en el ambiente laboral. De todas formas, es solo mi opinión, tú que piensas, ¿a quién debemos serle leal, a la empresa o a las personas, cuando es incompatible una cosa con la otra?. Espero tu opinión!.

@rafacera

Un comentario sobre “Lealtad sí, pero ¿a qué o a quién?

  1. La lealtad debe ser reciproca, es decir hacia la empresa u organización y también a las personas siempre y cuando esa lealtad no se interprete de mala forma pasando a llevar las normas ni las leyes vigentes, cuando se pasa esa linea se convierte abiertamente en deslealtad tanto a la empresa como también a las personas.

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